Los abonos verdes constituyen una práctica antigua en la agricultura mediterránea. Así, se sabe que las habas eran ya usadas por los griegos como abono verde 300 años antes de Cristo. Esta práctica común en la agricultura tiene su fundamento agronómico y ecológico, siendo de gran interés en agricultura ecológica.
El empleo de especies leguminosas (altramuz, guisante, haba, etc.) como abono verde tiene el objetivo principal de aportar nitrógeno extra a nuestro suelo y a los cultivos siguientes, ya que estas plantas tienen la capacidad de fijar el nitrógeno del aire en el suelo a través de un nódulo (bultito) que generan en sus raíces. Esta particularidad las convierte en un perfecto aliado del agricultor, acopiando de una manera fácil, económica y eficaz el nitrógeno para el uso de la siguiente cosecha, dado que el aprovisionamiento de nitrógeno de un suelo, no siempre se puede efectuar en la medida que se pretende.
Cultivar en un suelo en el que con anterioridad han vegetado este tipo de plantas, asegura de manera simple una buena cosecha, además de mantener la cobertura del suelo protegida, especialmente en las fechas con mayor radiación solar y favoreciendo la vida entomológica (arañas e insectos) del mismo.
Es conocido el uso de rastrojeras de habas para su posterior transformación en excelentes melonares y sin olvidar que durante y posteriormente a su cultivo, las forrajeras alimentan las cabañas ganaderas con un forraje de altísima calidad, siendo las deyecciones de estos últimos el complemento ideal para una perfecta preparación del suelo.
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